Empezó a meter su cabeza muy suavemente, pero a mí me dolía como si me estuvieran desvirgando, pero a medida que la iba metiendo el dolor se iba calmando, en ese momento me sentía en la gloria y cuando la terminó de meter, realmente la sentía cerca del ombligo, nunca había tenido tremenda sensación, empezó a sacarla muy lentamente y cuando llegaba a la mitad volvía a empujar nuevamente hasta el fondo con toda suavidad en la que podía sentir cada centímetro de aquella gigantesca y venosa verga.
Creí, a la tercera vez que empujó, que el edificio se venía abajo porque acabé de tal forma como nunca antes lo había hecho, pero él seguía con su faena de mete y saca, estaba tan enamorada de esa verga que creo que acabé ocho veces consecutivas como nunca lo hice en la vida.
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