miércoles, 8 de julio de 2009

jovencitas virgenes

La puerta de la cocina tenía una ventana que daba al bar y yo los veía todo el día juntos, ella sobre él, sobándolo y dejándose sobar. Los celos me corroían y más de una vez me había quejado de las confianzas que Paca se estaba tomando. Carlos siempre me decía que era una celosa, que veía cosas donde no las había y que entre ellos no había nada.

Una noche, ya tarde, me fui a dormir porque al día siguiente comenzaba a trabajar a las seis. Ella seguía allí, pero yo no podía quedarme más tiempo y no sabía que hacer, no podía dejarlos allí y marcharme tan tranquila. Mi cabeza maquinaba a todo trapo. Yo quería saber todo lo que pasaba en mi ausencia y tuve una idea. Teníamos un teléfono que se comunicaba directamente con el piso, y para ello solamente había que marcar tres ceros. Con disimulo lo hice así, poniendo un palillo después para que el teléfono quedase descolgado sin que ellos pudiesen darse cuenta. Corrí a casa para descolgar y escuchar todo lo que allí se hablaba.

No hay comentarios:

Publicar un comentario