Desde el día que Paca vino a trabajar con nosotros supe que me iba a crear problemas. Lo sabía, pero la necesitaba demasiado para negarle el trabajo.
Teníamos un bar, no muy grande, solo ocho mesas, pero servíamos comidas y generalmente siempre estaba lleno. Yo me ocupaba de la cocina, y un par de camareras en turnos partidos, junto con Carlos, mi marido, se encargaban de servir a los clientes. Ya desde el primer día Paca comenzó a coquetear descaradamente con mi marido.
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